- ¿Somos libres cuando decidimos? ¿Qué margen tiene el libre albedrío ahora que la neurociencia desvela cada vez más el gran poder del inconsciente?
- Ya hay máquinas para ver cómo decide el cerebro y los primeros resultados muestran que, antes de entrar en la conciencia, muchas decisiones ya están tomadas por complejas redes cerebrales.
- Desde Berlín, John-Dylan Haynes nos habla en Redes de sus experimentos para descifrar la actividad cerebral que se esconde detrás de nuestros estados mentales.
Entrevista a John Dylan Haynes, neurocientientífico del Bernstein Center of Computational Neuroscience, realizada por Eduardo Punset para el programa Redes
-John Dylan Haynes: ¡Oh! Quieres que cuente un experimento.
-Eduard Punset: Sí.
-De acuerdo. Realizamos un experimento con un escáner cerebral en el que las personas debían tomar decisiones muy sencillas. Podían decidir si pulsaban un botón a la izquierda u otro a la derecha. En este caso, sientes que eres totalmente libre de elegir de hacer una cosa u otra, no hay nada que te obligue a elegir una opción o la otra. Registramos la actividad cerebral de las personas y descubrimos que podíamos predecir su decisión, si iban a pulsar el botón de la izquierda o de la derecha, siete segundos antes de que la hubieran tomado. Es decir, no siete segundos antes de que pulsaran el botón, sino siete segundos antes, incluso de que pensaran que habían decidido cuál iban a escoger.
-Así, ¿de qué está hecha una decisión? Es decir, ¿es una composición o un cuadro teatral que cubre lo que en realidad te pasa por dentro?
-La decisión se puede dividir en dos. Hay dos aspectos que forman una decisión. Por un lado, el proceso cerebral: algo que ocurre en el cerebro y que te lleva a elegir una cosa u otra y, por el otro, que conscientemente sabes qué quieres hacer: "Ahora tomo una decisión". Pero parece que, antes de eso, se produce un procesamiento inconsciente en el cerebro. En el cerebro sucede algo que prepara tu decisión, que te conduce hasta ella e influye en la manera en la que tu mente consciente elige.
-Entonces me dices, corrígeme, que el cerebro inicia este proceso diez segundos antes de que tomes la decisión. Y lo segundo que me cuentas acerca del experimento es que un poco antes, quizás siete o cinco segundos antes, el cerebro ha elegido qué botón vas a pulsar. Así que, John, ¿podemos descartar el libre albedrío, que interesa tanto a la gente, o, como dices en algún sitio, éste se hace inverosímil?
-Bueno, creo que la ciencia, a estas alturas, no puede descartar el libre albedrío por completo. Aún existe la posibilidad de que el libre albedrío exista, pero lo hacemos muy inverosímil. ¿Y por qué es inverosímil? Tenemos la impresión, en estas situaciones de toma de decisiones sencillas, de que podemos cambiar el futuro del mundo, de que podemos empezar algo ahora que marcará una diferencia en la manera en la que el mundo continúa. Y esto queda descartado si podemos demostrar que el cerebro predice qué ocurrirá en el futuro incluso antes de que la persona haya tomado una decisión.
Pero la gente entiende el libre albedrío de maneras distintas. Cuando dicen libre albedrío se refieren a otra cosa. No quieren decir que puedo intervenir y cambiar el futuro del mundo. Quieren decir, por ejemplo, que es libre porque no recibe ninguna influencia de lo que sucede fuera de mi cuerpo. Es otro significado del libre albedrío. Es algo que no descartamos. Lo que sí descartamos es una idea muy simple acerca del libre albedrío como una intuición que todos tenemos de que podemos empezar a cambiar el mundo independientemente de la historia del cerebro, de la historia del universo, y cambiar la manera en la que el mundo va a continuar. Y eso es erróneo.
-Es fascinante, ¿no? Porque, en realidad, lo que sugieres es que todos los conceptos y los descubrimientos acerca de la plasticidad cerebral, por ejemplo, tu capacidad de influir, de cambiar tu cerebro y, por lo tanto, de cambiar el mundo son algo dudosos.
-Bueno, yo diría que, por supuesto, el cerebro puede cambiarse a sí mismo. Y cuando creemos que estamos cambiando algo de nosotros mismos, por ejemplo, cuando intentamos dejar de fumar o intentamos hacer más deporte, o algo así, hablamos entonces de un cerebro que se está reprogramando. Pero no es solo nuestra consciencia la que toma decisiones para cambiar las cosas, sino el cerebro como un todo. Y eso no implica solo la consciencia.
-Probablemente eso explicaría por qué muchas personas dicen: "Bueno, haré ejercicio media hora cada mañana" y han decidido más o menos conscientemente hacerlo, pero cuando…
-Pero no funciona.
-No. Porque el cerebro no lo ha aceptado.
-Puedes ver cómo la fuerza limitada de la consciencia se hará evidente en estas situaciones en las que debemos vencer fuertes tendencias a hacer algo distinto. Por ejemplo, cuando estamos tumbados en la cama. Estamos en la cama y vemos que necesitamos una fuerte voluntad consciente para levantarnos por la mañana. O, por ejemplo, queremos resistir la tentación de comer algo porque tenemos sobrepeso. O creemos que deberíamos hacer más deporte. En cualquiera de estos casos, es como si la consciencia no tenga apenas fuerza contra estos impulsos inconscientes que tenemos de comer, de ser perezosos, de quedarnos en la cama, etcétera. Y esa es una manera sencilla de ver cuántas decisiones son tomadas por la actividad cerebral inconsciente.
-Escucha, John. Estoy seguro que una gran parte de nuestro público está pensando: "¿Cuáles son las implicaciones de esta consciencia?" Es decir, ¿somos conscientes de una decisión o no?
-Bueno, tradicionalmente, el papel de la consciencia en el procesamiento cerebral y en el procesamiento de la manera en la que pensamos se ha sobrevalorado.
-Sobrevalorado.
-Creemos, es una especie de tradición filosófica, que siempre pensamos claramente acerca de las cosas, que las analizamos racionalmente, que somos conscientes de todas las decisiones que tomamos, mientras que las ciencias del cerebro y la psicología modernas dirían: "No, hay muchas cosas que ocurren en el cerebro y en nuestro inconsciente que no experimentamos conscientemente." Se produce un gran procesamiento en segundo plano. Siempre lo comparo con mi secretaria. Cuando tomo la decisión de gastar dinero, por ejemplo, mi secretaria prepara esta decisión en mi lugar. Desconozco todos los procesos que realiza para prepararla, pero al final obtengo un producto y la mayoría de las veces sigo lo que me dice.
Y sucede algo similar con el cerebro. El cerebro procesa previamente todas las opciones inconscientemente y al final, cuando te decides, es cuando interviene la mente consciente.
Nadie niega la existencia de las decisiones conscientes, de las decisiones relacionadas con la consciencia, pero la investigación muestra que el tiempo en el que la decisión llega a la consciencia puede no ser el tiempo en el que se realiza la mayor parte del trabajo para determinar qué opción vamos a tomar.
-John, hay algo en lo que siempre pienso. Pasas la mayor parte del tiempo observando patrones, mirando qué cambios se producen en el cerebro en patrones mentales concretos, ¿no?
-Cada pensamiento que tienes (como pensar que resuelves un cálculo complejo, sobre algo que ocurrirá, un recuerdo, sobre una pieza musical o una obra de arte que has visto o escuchado). Cada uno de estos pensamientos está codificado con un patrón específico de actividad cerebral. Y eso significa que cada vez que tienes ese pensamiento produces un patrón específico de actividad en el cerebro.
-Y lo puedes ver con...
-Con un escáner cerebral. Colocas a alguien en un escáner cerebral, ese alguien tiene este pensamiento y tú puedes medir el patrón de actividad cerebral que acompaña este pensamiento. Luego tiene otro pensamiento distinto y el patrón de actividad cerebral cambia. Ves un patrón distinto de actividad cerebral. Pero cuando le haces tener el primer pensamiento de nuevo, ves el mismo patrón de actividad cerebral que habías visto al principio. Es decir, los patrones de actividad cerebral son firmas. Del mismo modo que se puede usar una huella digital para identificar a un individuo.
-Increíble.
-Se puede usar este patrón especial de actividad cerebral para identificar un pensamiento que alguien tenga. Pero para ello necesitas técnicas estadísticas muy desarrolladas, debes poder analizar los patrones de un modo muy sofisticado, lo que se lleva a cabo en un campo científico denominado reconocimiento de patrones o aprendizaje automático. Es un software parecido al que se utiliza para reconocer caras o huellas digitales, y se puede aplicar también a los patrones de actividad cerebral. Permitimos que el ordenador lleve a cabo el reconocimiento de patrones; dado que nuestros cerebros son muy buenos reconociendo patrones, somos realmente buenos, pero los patrones de actividad cerebral son demasiado complejos para que lo hagamos con los ojos, así que hacemos que un ordenador resuelva este problema.
-¿Qué hemos añadido al conocimiento de los detectores de mentiras, por ejemplo? Por tu investigación, deduzco que ahora sabemos más para interpretar la detección de mentiras, de una manera más científica de como solíamos hacerlo.
-Todos conocemos los antiguos detectores de mentiras por las películas, se llaman polígrafos. Miden el ritmo cardíaco, los conductos dérmicos, es decir, básicamente miden cuánto sudas. En definitiva, miden tu nivel de excitación, de nerviosismo.
Así que, cuando alguien te hace preguntas, el polígrafo te puede decir tu nivel de nerviosismo al responderlas. El problema del polígrafo o del antiguo detector de mentiras es que se puede manipular porque, por un lado, puedes estar nervioso, por ejemplo, por la situación experimental. Piensas: "Me están haciendo una prueba y si me equivoco, quizás tenga que ir a la cárcel diez años".
-Ya veo.
-Por supuesto, es algo realmente difícil. Te pones nervioso solo por la pregunta. Y otra cuestión es que las personas pueden manipular su nerviosismo. Por ejemplo, si flexionas los dedos de los pies o piensas en cosas que alteran, puedes aumentar tu nivel de nerviosismo y, por lo tanto, hacer que parezca que estás nervioso. Así, el polígrafo, el detector de mentiras clásico, es muy poco fiable. La solución es: "No trabajemos la mentira con medidas periféricas o indirectas de la mentira; vayamos directamente al órgano que produce la mentira", y ese órgano es el cerebro.
-Es el cerebro.
-Vayamos al cerebro y veamos cómo el cerebro produce esta mentira, y luego busquemos patrones de actividad cerebral que se producen cuando alguien miente.
-Ya veo.
-Y entonces enseñamos a un ordenador a reconocer los patrones de la actividad cerebral para ver si ese patrón de actividad cerebral tiene el mismo aspecto que cuando alguien miente o cuando cuenta la verdad. Actualmente esto se encuentra en un nivel experimental. Hasta ahora no tenemos pruebas de que lo podamos hacer en una situación real, ya que, cuando lo hacemos en un laboratorio, se trata de una situación relajada, son estudiantes.
Les pagamos, dicen la verdad o no sobre cosas que no les importan, que no les preocupan. En una situación real, cuando vas a una comisaría o a un tribunal, si quisieras utilizar un detector de mentiras con resonancia magnética, primero deberías probar que esta máquina funciona en este caso. Tienes una población distinta. No son estudiantes. Frecuentemente se trata de sociópatas, personas con trastornos mentales. Y no se trata de si ganan veinte euros o no, sino de si van a la cárcel veinte años. Como puedes ver, el panorama es muy diferente, y todavía debemos investigar mucho para descubrir si esta dirección prometedora va a funcionar y si algún día vamos a ser capaces de construir un detector de mentiras con resonancia magnética.
-A veces, pienso que el futuro será eso. Leer la mente será muy importante, no solo en las comisarías, sino en la vida de pareja o en el trabajo… ¿Crees que nos dirigimos hacia una sociedad en la que leer la mente será más fácil?
-En primer lugar, creo que hay mucha fascinación. Todos estamos fascinados con leer la mente. Nos encanta la idea; en las películas lo ves a menudo. Si miras la película Matrix, hay una persona que puede, en teoría, leer las mentes porque es una simulación en un ordenador. En Origen puedes establecer un vínculo con la mente de otra persona mediante un dispositivo artificial. O en Días extraños, donde tienen una gorra que puedes ponerte para registrar tus pensamientos y luego reproducirlos de nuevo. Así que la gente tiene esta fascinación inmensa y, al mismo tiempo, tiene miedo, por supuesto.
-Sí, tiene mucho miedo…
-Porque me gustaría saber lo que los demás piensan pero no quiero que nadie sepa lo que yo pienso. Me gusta mi privacidad, ¿no?
-Sí.
-Y esto implica un dilema ético. Por un lado, veremos cómo cada vez se usan más estas tecnologías, especialmente con pacientes, porque estas tecnologías se pueden usar también para ayudar a los pacientes paralizados, cuando no pueden moverse ni comunicarse. O podrían ser de ayuda en los descubrimientos del trabajo de Adrian Owen y Steve Lauryes, para descubrir si los pacientes en coma aún tienen actividad mental... Así que hay usos clínicos. Pero existen también otros usos en los que necesitamos un debate ético, debemos pensar: "¿Queremos esto o no?", "¿Queremos usar un detector de mentiras si también se le puede dar un mal uso?", "¿Queremos mejorar nuestra seguridad, por ejemplo, instalando detectores de mentiras con resonancia magnética en los aeropuertos dentro de cien años?"
-¿Sí?
-¿Es lo que queremos? Necesitamos un debate ético acerca del uso de estas técnicas. Creo que va a ser importante en casos en los que, por ejemplo, la gente pueda jugar. Ahora hay una primera generación de juegos en los que controlas algo con tu fuerza mental sin utilizar las manos. Todavía debe mejorar, pero este va a ser un dominio en el que la gente va a ver cómo esta tecnología gana terreno. Verán también cómo esta tecnología será comercializada por empresas que prometen que pueden detectar mentiras, aunque creo que todavía no está totalmente claro, desde una perspectiva científica, que eso sea posible. Así que habrá una serie de aplicaciones que veremos en los próximos diez años. Y debemos estar preparados, además de tener una buena idea acerca de lo que queremos hacer y lo que no queremos hacer como sociedad.
-Voy a plantearte una pregunta muy seria. En Facebook tenemos un club de fans. Creo que son unas cuatrocientas mil personas del mundo hispanohablante que son fans de Redes, nuestro programa de ciencia. Y acaban de hacer una camiseta que querría mostrarte. ¿Ves? Es una camiseta en la que se lee: "Ninguna de tus neuronas sabe quién eres, ni le importa". (Ríe.) Y mi pregunta es: "¿Es cierto? ¿No lo es?" La persona que inventó esta frase ¿estaba muy alejada de la verdad? ¿O tu investigación ha llegado a una conclusión cercana a este razonamiento?
-Es absolutamente cierta. Y es absolutamente cierta porque tu mente no es algo que tenga que ver únicamente con neuronas individuales, sino con todo el cerebro. Es una propiedad de todo el cerebro. Necesitas el sistema entero. La neurona individual, evidentemente, no sabe nada de lo que hacen las demás o sabe muy poco. Pero tu mente, tus capacidades mentales son algo realizado por todo el cerebro, no solo por neuronas individuales.
-Así que estas no saben quién eres, en realidad.
-No saben quién somos. Según nuestros conocimientos científicos actuales, podrías formular una pregunta a una neurona y esta no sabría a qué cerebro pertenece.
-Y no le importa mucho.
-Y no le importa.
Fuente: rtve.es